Si no dispones de tiempo para leer esto, no lo hagas.
De verdad, no te molestes en pretender que puedes hacerlo si ya sabes que hay un millón de cosas que podrías o tendrías que estar haciendo.
Nosotras nos vamos a tomar nuestro tiempo en escribirlo. No tenemos prisa. Releremos las frases tantas veces como sea necesario, haremos apaños y pondremos una coma en un lugar más bonito si sentimos que los pulmones así lo precisan.
En cuanto a ti, insistimos: hazte un favor y no te fuerces a conseguir imposibles. ¿Pantalla de smartphone? ¿Tablet? ¿Monitor? ¿Baño? ¿Trabajo? ¿Autobús?
¿Dispones de la comodidad suficiente?
En realidad, el soporte físico en el que las palabras sean leídas no es lo más importante. Tampoco el espacio físico en el que te encuentres. Para lo que queremos contarte la intención es lo que cuenta.
Olvídate de una lectura fugaz. Hoy no estamos de humor para darte la bienvenida si tu intención está en lo que puede o podrá venir. Sabemos que eres un ser predictor y que te anticipas. Vislumbramos la masa serpenteante que emanas desde tu cabeza, un cúmulo viscoso de ideas que se extiende hasta varios metros por delante de tu cuerpo físico.
Parece inevitable, pues tu equipaje conforma un potente conjunto de herramientas hábilmente orientadas a la caza de patrones. Te basta con poco para predecir el futuro. Parece imposible lo que te pedimos, pero relájate por un momento y deja de crear universos vacíos con cada uno de tus dispersos pensamientos.
Céntrate en la prosodia si crees que eso puede servirte. Lee y vigila la entonación, ¿cómo suenan estas palabras en tu cabeza? Asegúrate, por ejemplo, de que lo anterior correspondía a la expresión oral de una interrogación. Incluso puedes recitarlo en voz alta. Grábate si quieres y cuélgalo en (youtube). Escucha tus pensamientos por favor. Nosotras hemos leído el texto en voz alta y hemos tardado X minutos, para que te hagas una idea de la franja de atención que aquí se te requiere.
¿Sabes? Para nosotras escribir es gratis, así que no nos preocupa demasiado si te enredamos con este arrogante preámbulo sobre cómo deberías leernos. Nuestra consciencia permanece serena, casi imperturbable. Por una parte nos ampara la no-obligatoriedad de lectura, “hey, aquí está este texto, si lo lees es porque quieres, puedes parar en cualquier momento…”. Por otra parte sabemos que si resultas ser una persona de natural reflexivo no te enfadarás con nosotras al escuchar algo que para ti es ya obvio.
Nada, solamente lo decimos porque nosotras hasta hace poco nos encontrábamos inmersas en una espiral de angustia persecutoria. Husmeábamos, seguíamos, más bien perseguíamos, alguna cosa desdibujada. No, ni eso, porque para ser algo desdibujado antes tuvo que ser dibujado… Digamos que estábamos siguiéndole la pista a algo intangible.
Navegábamos por Internet a la velocidad de la fibra óptica, enlace tras enlace. “Hay que leer esto. Y esto, ¡ah, y esto también!”. Con nuestras piernas cantando la tonadilla de la inquietud (aleteando debajo de la mesa) y nuestros ojos perforando la red de las redes (inyectados en sangre virtual).
¡Uy! Se nos acaba de olvidar lo que queríamos contarte. Pues que te vaya bonito.