Cómo no, yo me he resfriado…

“Me parece indispensable decir quién soy yo. […] La desproporción entre la grandeza de mi tarea y la pequeñez de mis contemporáneos se ha puesto de manifiesto en el hecho de que ni me han oído ni tampoco me han visto siquiera. […] Quien sabe respirar el aire de mis escritos sabe que es un aire de alturas, un aire fuerte. Hay que estar hecho para ese aire, de lo contrario se corre el peligro nada pequeño de resfriarse.” (FRIEDRICH NIETZSCHE)

… cómo no, yo me he resfriado.

La pequeña historia de amor.

La pequeña historia de amor de Durrell no fue triste. Tampoco alegre. Simplemente no fue suya. ¿No?

Durrell era un cyberpunk de los del presente.
Oh, sí! El muy jodido era hijo de la Era de la Información.

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Atrás quedaban ya esos hackers heroicos, aquellos seres furtivos y noctámbulos de la sociedad electrónica. Atrás también quedaba la lucha contra un sistema totalitario y contra el control de las grandes corporaciones multinacionales.

La autorregulación resultó más económica. Las ideas de autodominio y autocontrol encarnaban las rebajas del Corte Inglés para el ejercicio automático del poder. Durrell nadaba entre la lluvia de la red con los ojos abiertos. Sin embargo, la noción de biopoder se agenciaba ardientemente incluso aquellas mentes más prudentes. De ahí la reacción de Durrell al escuchar aquellas palabras del médico:

– Como mucho, dos años de vida.

Ya se sabe, la muerte es algo que debe ser temido. La muerte es algo que debe ser evitado y tenemos que interpretarlo como nuestro fracaso ante la vida. Porque obviamente nuestra vida fue dotada de sentido. ¿Por qué dejar morir a los ancianos si podemos mantenerlos en el formol de la vida putrefacta? ¿Qué más dan las condiciones en las que uno viva, mientras no se esté muerto? ¡Que gran fracaso eso de la muerte! Por eso Durrell se acojonó tantísimo.

A lo sumo un par de años de vida… ¡La Virgen! Ese día el camino a casa fue infernal, aunque después de la ducha Durrell ya estaba maquinando su inmortalidad. Porque, no nos engañemos, la perennidad ya no es lo que era. Hoy en día no es necesario armar la de San Quintín. Arcaico nos resulta ya lo de Troya y el de los pies ligeros, Aquiles, quien quiso la inmortalidad siendo recordado para siempre a través de sus gestas épicas [aunque eso sólo sea lo que nos cuenta Brad Pitt en la peli]. Tampoco es necesario decir que la Tierra es redonda cuando todos la creen plana. Ni ser aquel científico loco que busca la eternidad a través de ese gran hallazgo. Ni ser Connor MacLeod y decapitar a todos los inmortales de Highlander para conseguir el gran Premio (esa anhelada vida eterna), ni mucho menos ser el puñetero vampiro de la saga Crepúsculo…

¡Que va! ¡Hoy en día eso de la inmortalidad está chupado! Al menos así lo entendió Durrell cuando, frotándose en la ducha, tuvo esa gran idea. Al instante se puso manos a la obra.

En realidad el primer resultado de aquella brillante idea fue obtenido de manera sencilla y absurda. Durrell accedió al área de desarrolladores para aplicaciones de su red social favorita y creó ese programa informático estúpido que consultaba la última fecha de cambio de estado del usuario. Si la fecha era superior a diez días, entonces el programa accedía a la variable del estado y cambiaba de manera aleatoria su valor entre una lista de frases que él mismo había editado. En esa primera intentona Durrell escogió sentencias sencillas y ambiguas: “Estoy cansado”, “feliz! :-)”, “me voy a dormir ya”, etc.

Aquello lo aburrió inmediatamente. Con el tiempo incluso llegó a olvidar esa estúpida idea. Durrell se había centrado en el disfrute de la vida, quería aprovechar ese poco tiempo que le quedaba. Y fue precisamente a raíz de esa política del gozo supremo cuando Durrell experimentó el potencial real de esa descabellada idea.

Resulta que el chico se había ido de viaje, a ver mundo. Se olvidó por completo del ordenador, de Internet y las redes sociales. Así que a los diez días de inactividad en su red social favorita la aplicación que él había diseñado publicó el siguiente mensaje aleatorio de estado: “decepcionado…”.

Lo primero que pensó Durrell al acceder de nuevo a su cuenta fue que alguien le había robado el password y estaba trasteando con su perfil. A los pocos segundos recordó ese programilla que había creado tiempo atrás. En ese momento se estremeció. Diecisiete personas habían ya comentado ese estado: “¿qué pasó Durrell?”, “¿por qué decepcionado?”, “tranquilo, sea lo que sea ya verás como se te pasa”, etc.

Se emocionó al ver ese nuevo universo de posibilidades ante sus ojos. ¡Cuanta empatía había despertado aquello que para el ordenador era simplemente la más arbitraria de las cadenas de bits!

Se puso a trabajar al instante. Apestaba, apenas se había alejado del monitor y ya contaban varios meses de compromiso intenso. Enseguida vio que aquello de la Inteligencia Artificial que había aprendido antaño le iba a ser bastante útil y engendró un ejército de bots. La primera tarea de aquellos pequeños automatismos fue el rastreo de noticias en la red. Fue lo primero que se le ocurrió, “¡eso le dará credibilidad!”. Los bots seleccionaban noticias actuales de manera que los estados del perfil podían ser actualizados en consonancia. “¡Vamos, el Barça vuelve a ganar!”.

Pero quiso ir más allá, quería poder dar respuesta a los comentarios de sus amigos, así que se esmeró muchísimo con el módulo de procesamiento del lenguaje natural. ¡Análisis morfológico, sintáctico, semántico, pragmático! ¡Aquello era algo potente! Después vinieron los complejísimos motores de razonamiento y el salvaje módulo de aprendizaje mediante algoritmos genéticos [sí, pueden ser una mierda, pero el nombre vende].

Aquello se le había ido un poco de las manos. Apenas dormía. Entonces se fueron sucediendo las alucinaciones hipnopómpicas e hipnagógicas. Y con ello, imágenes de lo que tenía que ser su propio conectoma. Así es como lo veía ahora nuestro amigo Durrell. Se había empeñado en replicar su conectoma, ¡ese colosal mapa de todas sus neuronas y sus respectivas sinapsis! Si conseguía reproducir el conectoma entonces perpetuaría su conciencia. Se trataba de la reencarnación del siglo XXI.

Pero Durrell literalmente murió en el intento. ¡Bárbaro!

Fue a los dos meses de la muerte cuando Margarita se puso en contacto con el avatar del interfecto Durrell. Su historia era curiosa, ambos (Margarita y el aún vivo Durrell) se habían agregado mutuamente sin apenas conocerse y luego fueron incapaces de intercambiar siquiera unas pocas palabras (durante un tiempo Durrell sufrió algo parecido a un amor en silencio, ¡ni por asomo comparable al sufrimiento de las hemorroides en silencio!).

Sin embargo algo llamó ahora la atención de Margarita en los últimos estados del perfil del difunto Durrell. Así es como empieza (continúa) la historia de amor.

Jamás se produjeron elaboradas conversaciones entre ambos, pero Margarita estaba realmente enamorada. El avatar de Durrell, aún lejos de ser el representante oficial de su conectoma, salía airoso de cada microinteracción virtual con la preciosa Margarita. Era una historia de amor nacida de pocas palabras. Un “¡buenos días!” alegraba el día a Margarita. Un “¿cómo está hoy mi princesa?” debilitaba sus piernas. Unos cuantos “te quiero” y algún que otro “lo siento, fue mi culpa” fueron el asiento de la estima hasta la muerte de Margarita.

El avatar de Durrell con su vida infinita y su consecuente evolución eterna, quiso a Margarita a través de interminables iteraciones que excedían cualquier manifestación humana del amor.

[Nacido a partir de la lectura de http://alehop13.blogspot.com/2010/10/los-fantasmas-de-la-red.html. Merci Joana! ;)]

Meta-paraules de determinació relacional

Podria venir a tu.
Intentar seduir-te.
Podria fer tot el que sempre he fet i crear allò fals entre tu i jo.
Allò que només són paraules meves amb la finalitat de captivar-te.
Presumeixo d’anar despentinat, mal arreglat. D’aparença transparent.
Però després em maquillo amb les meves paraules.
Podria repetir el procés i afegir-te a la col·lecció de mentides.
Però em limitaré a escoltar-te.
I ho faré amb tanta intensitat que em coneixeràs a través de les teves paraules.

8 a.m. "Carai, m’he adormit!"

Són les 2.20 a.m. i no puc dormir. Aquesta vegada no és per insomni. No és allò que tens milions d’idees que no et permeten descansar. Res explota en el meu cervell. Zero creativitat. És només que estic dins un vaixell amb seients molt incòmodes.

La gent encara no ha desistit i es creu que serà capaç de descansar. Jo ja ho he provat de totes les maneres possibles: assegut amb el seient reclinat, assegut amb el seient sense reclinar, de costat, de l’altre costat, al terra sobre la tovallola de platja, al terra sobre les samarretes a mode de coixí. Fins i tot he pensat que gràcies al meu cos educat en les estratagemes del ioga podria burlar la barra metàl·lica que separa els seients. He estirat una mica l’esquena i com una serp he deixat passar primer el peu i després la cama sencera; part del meu cos a través del recolza-braços que separava dos seients. Dos minuts he aguantat amb l’espina cargolada recursivament sobre si mateixa.

La travessia dura tota la nit i no puc evitar pensar en tota aquella gent que arriba en pastera (patera! – en castellà). Són rebuts com carronya, però us prometo que des d’avui mateix passen a ser els meus herois.

La noia de prop meu sembla no haver esgotat la imaginació del tot: ara deixa penjar el seu cap que passa gairebé a tocar el terra (bé, almenys els seus cabells sí que estan escombrant de franc). Es serveix de la maleta que té al costat per evitar el desnivell del recolza-braços.

Ja està, no ha aguantat gaire. Ara s’ha regirat per acabar en posició fetal. S’ha arraulit tant que descobreixo pell de taronja en les seves cames.

Mentrestant un altre noi obre l’ull (que havia tancat perquè es pensava que així dormiria) i em mira encuriosit en veure’m escriure a aquestes hores.

Tothom balla i es baralla amb els seients. És curiós, no sé si algú s’haurà atrevit mai a dir que érem éssers racionals però ara mateix tot escapa i s’allunya de la raó. Les restriccions socials ens diuen que en una situació com aquesta s’ha de dormir. No em pregunteu per què però implícitament això és així. I no és precisament perquè la biologia i els seus ritmes circadiaris ens hi forcin de totes totes. La gent surt de festa fins les sis, set, vuit… de la matinada. Però ara, en el vaixell, toca dormir.

I vet aquí que ningú ho aconsegueix. Quantes persones canvien de postura cada minut? Digne de veure, sembla una coreografia. Però el miratge cultural ens segueix obligant a intentar-ho. Si realment fossin éssers racionals sabrien que no aconseguiran dormir. L’únic que aconsegueixen és hipotecar-se un mal muscular increïble per demà. Segurament seria molt més profitós si ens decidíssim a compartir l’estona i ens poséssim a parlar. Donat que ningú no dormirà, els beneficis serien majors.

El resultat final és que no dormiran. Jo ja ho he assumit i per això m’entretinc bonament com puc. M’agradaria veure com es comportaria aquesta gent si en entrar al vaixell els haguessin dit “durant tota la nit anirem llençant un gas que de cap de les maneres us permetrà dormir”. A saber què estaria fent la gent ara. Però segur que no estarien maltractant-se intentant trobar la postura impossible. Anirien d’aquí a allà, movent-se, parlant…

El que veig ara és gent silenciosa i quieta que intenta de totes maneres dormir-se. Però segueixen desperts. I és que el no saber amb absoluta certesa que avui no dormiran els permet somiar (desperts!) que en qualsevol moment el seu cos adquirirà aquella postura que els permetrà aclucar per uns instants els seus ulls.

I així és com la coreografia que tinc al davant es perpetuarà fins que el vaixell arribi al seu destí.

El mateix truc evolutiu deu usar el nostre enteniment pel que fa a les reflexions de la nostra existència. Perquè, no ens enganyem, per complexa que pugui arribar a ser l’explicació del “què fem aquí?”, al final el resultat de les nostres vides pot ser considerat com quelcom bastant trivial.

Fem-ho. Suposem que succeeix el mateix que en el cas hipotètic en el que entràvem en el vaixell i ens advertien d’un gas que no ens permetria dormir. Imaginem ara que sigui quina sigui la resposta ens han contestat a la pregunta “per què existim?”. Ja està, ho sabem i punt, se’ns ha resolt el gran enigma.

M’és igual si la resposta és perquè un déu ens ha creat, o els extraterrestres, o que no hi ha res, o que hi és tot, o que l’objectiu d’aquesta vida és aconseguir dormir-se en una butaca d’un vaixell… Suposem simplement que en tenim una resposta. Com afecta això a les nostres vides? I ara què? Imaginem que fins i tot tenim una resposta per aquest “i ara què?”. Ho sabem tot.

I és que el no tenir respostes totes les preguntes ens permet somiar que en algun moment ho aconseguirem contestar tot. En efecte, així és com la coreografia de les nostres vides es perpetua fins les nostres morts.

Amor i sexe amb robots

No és futurisme, trepitjo el present.
Oh, maleït robot obedient!
He besat bits
pensant que eren pits.
Programada per la societat;
servomotors, transistors i rotors sense voluntat.
Jo et vull diferent i no com tots.
Només he tingut amor i sexe amb robots.

Sordesa

Activitat 2: heu d’avaluar el comportament d’una persona que coneixeu molt bé. És necessari que us pareu un moment a reflexionar sobre la persona que avaluareu: ha de ser un nen o una nena que tingui una edat entre sis i catorze anys. Penseu qui és aquest nen o aquesta nena que millor coneixeu […]. Creieu que realment coneixeu bé el nen o la nena, del qual heu escrit el nom?

Quan tenia entre sis i catorze anys jo escoltava la gent entre sis i catorze anys, i també a la major. Ara, quin disgust no ser capaç d’afirmar que conec algú d’entre sis i catorze anys. Curiosament segueixo escoltant la meva generació i posteriors. I això, donat que el temps va fent, sembla que només em porta cap a la sordera.

Avisat estic, i preparat per tornar a parar l’orella omnidireccional :)